Todos sabemos lo que es un monumento hasta que tienes que acotar lo que entra y no en la definición. Dentro de los monumentos más importantes de Madrid se podría incluir la catedral de la Almudena o incluso alguna plaza pública como la plaza Mayor o la puerta del Sol, que por su valor histórico entraría dentro de los parámetros que la RAE determina. Pero dejando a un lado grandes edificios, en este artículo se concentran las obras públicas que dan carácter a la capital —ya sea por lo que representan o por su historia— y sin las que no se entendería esta ciudad.
1. Cibeles
El monumento de Madrid que más se conoce fuera de nuestras fronteras es la fuente que se encuentra en la intersección de la calle de Alcalá y el paseo de Recoletos: la Cibeles. El futbol, en concreto las celebraciones del Real Madrid, le han dado ese carácter internacional a una obra neoclásica que representa a la diosa madre de los dioses griegos.
Carlos III, el rey apodado como «el alcalde de Madrid», decidió embellecer la ciudad y encargó al arquitecto Ventura Rodríguez en el siglo XVIII algunos de los edificios y de los monumentos que ahora entendemos como iconos de la capital. La Cibeles se diseñó junto a la fuente de Neptuno y a la de Apolo para decorar el paseo del Prado, que albergaba el entonces Gabinete de Ciencias Naturales, ahora Museo del Prado.
Además de la fuente, la plaza cuenta con algunos de los palacios más monumentales de la ciudad: el Palacio de Buenavista (Cuartel General del Ejército), el Palacio de Linares (Casa de América), el Palacio de Comunicaciones (antes sede de Correos y actualmente de la Alcaldía de Madrid) y el Banco de España.
Un dato curioso es que existe una réplica en la Ciudad de México que el antiguo alcalde Enrique Tierno Galván regaló como símbolo del hermanamiento entre ambas capitales.
2. Puerta de Alcalá
Las puertas para Madrid son como los arcos triunfales para Roma o París, ya nadie pasa por ellos, pero siguen recordando un pasado glorioso. Este monumento de Madrid está en el cruce de la calle de Alcalá con la calle de Alfonso XII, dando la bienvenida al parque del Retiro y a pocos metros de la Cibeles.
La puerta, de estilo neoclásico, fue construida por orden de Carlos III, en otro alarde de hacer de Madrid menos villa y más capital. Se construyó entre 1769 y 1778 como una de las cinco puertas reales que daban acceso a la ciudad de Madrid. Se la encargó al arquitecto italiano Francesco Sabatini —también autor de los jardines que rodean el Palacio Real.
3. Los reyes visigodos de la plaza de Oriente
Parece difícil mirar otra cosa que no sea el palacio Real en la plaza de Oriente, pero el paseo de esculturas que recorren los jardines napoleónicos por ambos lados también atrapa. Las apolíneas estatuas representan a los reyes castellanos, desde Alfonso VI hasta Fernando el Católico. Aunque popularmente se conoce a las estatuas como «los reyes visigodos», en realidad solo hay 5 de los 33 que gobernaron la península.
Fernando VII mandó construir estas estatuas a mediados del siglo XVIII bajo la dirección de los escultores de la Corte, Domenico Oliveiri y Felipe de Castro. En total se realizaron 94, de las cuales 28 están en los jardines y el resto en el recinto del Palacio Real.
4. Osa y el madroño
El símbolo de Madrid es la osa y el madroño, probablemente la estatua más fotografiada de la capital —sin contar con la Cibeles— y, sin embargo, la historia de su unión con la ciudad no es muy conocida y lo cierto es que es algo difusa.
El debate está primero en si es un oso o una osa y, segundo, en por qué representa la ciudad. Según la web municipal Patrimonio y Paisaje, el origen podría remontarse a la época de Alfonso VIII, cuando los habitantes de la Villa llevaban en su bandera un “oso u osa en forma pasante con siete estrellas en su lomo”. Otra de las más conocidas es la que sostiene que la osa es un guiño a la constelación de la Osa Menor, de ahí las siete estrellas también presentes en la bandera de la Comunidad de Madrid.
Los madroños, en cambio, crecen con facilidad en cualquier espacio verde y sus frutos, comestibles, dan un toque rojo al otoño en Madrid. Así que al menos el árbol está bien escogido.
Sea como fuere, en los años 60, el Ayuntamiento de Madrid presentó un escrito solicitando no solo que se recuperase la figura de la osa y el madroño para el escudo de la ciudad, sino también que se concibiera como un monumento «para instalarlo en algún lugar emblemático de la capital, símbolo popular para los turistas». Y desde entonces, aunque ha pasado por varias ubicaciones dentro de la puerta del Sol, la osa y el madroño son lo que la loba capitolina a Roma, aunque algo menos épica.
5. Templo de Debod
Como los templos también pueden ser monumentos, no podía faltar el conjunto egipcio de más de 2000 años de antigüedad que se exhibe en un parque al aire libre en pleno centro de Madrid. El Templo de Debod es un regalo del Gobierno de Egipto a España tras su colaboración en el rescate arqueológico de los templos del valle de Nubia organizado por la UNESCO. La integridad de estos peligraba debido a las inundaciones de la presa de Asuán y este fue el que España eligió y trasladó piedra por piedra en 1972 a este punto de la capital.
El Ayuntamiento de Madrid se está planteando ponerle una cubierta ante el atestiguado deterioro del monumento por estar expuesto a las inclemencias del tiempo.
6. Monumento a Cervantes
La plaza de España ha pasado por no pocas reformas hasta llegar a su actual estado, pero desde el 1930 el monumento a Cervantes ha permanecido casi intacto. Y ese casi tiene importancia porque desde que en 1915 Alfonso XIII abre un concurso para hacer este homenaje al escritor hasta que se termina en 1960 se van sumando elementos que lo modifican.
Los ganadores del concurso fueron los arquitectos Rafael Martínez Zapatero y Pedro Muguruza y el escultor Lorenzo Coullaut Valera. Las obras se iniciaron en 1925 y en 1929 se inauguró la fuente con la figura de Cervantes en bronce y en la base Don Quijote y Sancho Panza. Coronando la escultura hay una bola del mundo que representa la expansión de la lengua castellana. Pero con la Guerra Civil la obra queda inconclusa y hasta 1950 no se retomó el trabajo. El hijo del escultor que llevó a cabo las esculturas principales, Federico Coullaut-Valera, sumó entonces las figuras laterales de Aldonza y Dulcinea.
7. El ángel caído del Retiro
El monumento más polémico, o que más sorprende, es del Ángel Caído. Una escultura romántica dedicada al demonio situada en pleno parque de El Retiro. La obra puede parecer algo chocante para la época (1877) y por el contexto (representar a España en la exposición Universal de París de 1878), pero el Romanticismo estaba en pleno apogeo. Aunque sea representación de Lucifer, cuando Ricardo Bellver creó la escultura durante su estancia en Roma no tenía la intención ensalzar, sino de reflejar la debilidad del personaje.
La escultura atrajo la atención de los entendidos desde un primer momento y recibió la Medalla de la Primera Clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes un año antes de ser expuesta en París. En la capital francesa también gustó a los críticos, como Lamarre y Louis-Lande, que la calificaron de «sobrecogedora».