El proceso es absolutamente lógico: una vez que un turista fagocita la parte más popular de la ciudad, la fascinación pervive y se extiende a otros barrios no (tan) gentrificados o no (tan) turísticos. Tenemos una prueba de lo segundo que data de principios de año cuando el periodista Simon Kuper afirmó en el Financial Times que la plaza de Olavide es “el sueño europeo”.
Y ocurrió el lunes 25 de julio cuando la periodista Felicity Hughes, autora de The Making of Madrid –un blog interesantísimo que nace de la fascinación y la curiosidad extrema por Madrid–, publicaba en The Guardian una miniguía casi antiturística de Madrid. Hughes define el Mercado de Tirso de Molina como “uno de los mejores: ofrece un rango de delicias que incluye ostras, paella vegana y migas”.
El auge de Puerta del Ángel y la redefinición de la zona la concreta muy bien el periodista Alfredo Pascual en este artículo de El Confidencial. Habla del Mercado de Tirso de Molina y se refiere a unos nuevos parroquianos: “Pasa la semana vacío, pero los sábados se llena de barbas perfiladas y pantalones de pitillo”, escribe Pascual.
El hecho de definir la guía de Hughes como una ruta antiturística viene de que hace apenas diez años hubiera sido cuanto menos extraño mandar a un turista de Birmingham al Mercado de Tirso de Molina. Los mercados en Madrid abandonan parcialmente su utilidad de abastos, se redefinen y algunos de los mejores chefs (como es el caso de Sammy Ali en Doppelganger) se instalan en ellos.
Al respecto de la guía: Hughes menciona otros negocios y muestra cierta fascinación por el casticismo madrileño. Elogia a sus ciudadanos como cálidos y sin pretensiones, a su cocido (el de Casa Carola, concretamente), a sus bares que Leah Pattem definiría como no frills (Felicity escoge el Travelling Bar y La Taberna Angosta). Y también menciona otros espacios que han mantenido su estética exterior, pero que han llevado a cabo un cambio radical en sus usos. Como la antigua fábrica de la cerveza Águila, como Madrid.