
El proceso natural, últimamente, es como una permuta: los cines se van a las afueras y el espacio que ocuparon en el pasado unos proyectores lo empiezan a ocupar vestidores y perchas. La morfología de la ciudad cambia del mismo modo en el que a los vecinos se tienen que ir del centro y los turistas llegan a esos mismos lugares.
Gran Vía es el epítome de la primera situación: tantos cines y salas de teatro que se convierten en flagships de multinacionales. Y el último ejemplo es el del antiguo Cine Salamanca, que (igual que ocurrió con el cine Conde Duque de Goya) demuestra que de esta realidad no se escapan otros distritos de la ciudad.
Es hoy el día en el que se inaugura la nueva gran tienda del gigante del fast fashion: Primark, que sustituye a la que hasta 2018 fue un C&A, abre las puertas de lo que es una esperada inauguración.
El envoltorio es el mismo, lo que cambia es lo que hay dentro. Las fachadas de algunos de los cines más emblemáticos de Madrid son representativas del estilo arquitectónico de una época.
Y la del antiguo Cine Salamanca habla del racionalismo que imperó en la ciudad durante algunos años. Su arquitecto fue Francisco Alonso (no confundir con el tocayo de la Zapatería de Jorge Juan), que en su construcción se inspiró en el Teatro Barceló y en esa fachada redondeada como una proa de barco.
Los usos del Cine Salamanca son como los movimientos de un gato antes de acomodarse. Primero abrió en 1935 como un cine, luego se convirtió en una discoteca, luego lo usó el Movimiento Católico Español, luego fue un C&A y luego se supo que Primark lo ocuparía.
El número 8 de la calle Conde Peñalver retiró en 2021 su histórica marquesina que anunciaba lo que era para anticipar lo que sería. Lo que es hoy: una tienda de ropa de 4.500 metros cuadrados divididos en tres plantas.