Madrid es (casi) inabarcable. Cada día surgen nuevos planes, nuevos bares, nuevas cosas que te estás perdiendo. Entiéndase por tanto lo que viene como una invitación a disfrutar Madrid más allá de tópicos.
Fiarme de quien diga «está aquí al lado, a 15 minutos»
En Madrid no hay nada cerca y quien diga lo contrario miente. Pero sobre todo desconfía si vienes de fuera y quien afirma aquello de «está aquí al lado» lleva viviendo en Madrid mucho tiempo. Quizá necesites un sherpa.
Tomarme un caña en la Gran Vía
Nadie puede tomarse una cerveza a gusto compartiendo tragos con coches, motos y autobuses pasando a metro y medio de tu silla mientras fumas óxido de nitrógeno y dióxido de carbono. Por falta de terrazas en Madrid no será.
Vanagloriar los sándwiches de Rodilla
Hablar bien de este negocio debería estar tan solo permitido si eres pensionista si estás rozando la inanición. Si los has probado, sabrás de lo que hablamos. Si aún te mantienes puro y virginal, no te pierdes nada.
Comer dentro de la estación de Atocha
No hay que ser ningún lumbreras para saber que la restauración dentro de la estación de Atocha es una estafa. Y no solo en Atocha, pasa igual en el resto de estaciones de tren, autobús y aeropuertos: comida más que memorable a precio de autor.
Comprarme un coche
Moverse por Madrid en coche siempre fue un infierno y últimamente se complica cada vez más con las restricciones de Madrid Central. Así que, si vives por el centro, alégrate: la tendencia es respirar con el tiempo un aire cada vez menos cancerígeno. Y si vives lejos del centro, paciencia y un buen libro.
Tomarme un «relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor«
Cuando Ana Botella invitaba a aquella guirizada (actividad pura y extraordinariamente propia de guiris) de tomarse un café con leche en la Plaza Mayor, dos cosas quedaban claras: la primera, que aquello era una herramienta más del turismo masivo, esto es, dar al turista lo que el turista espera; lo segundo, que la señora Botella no se había tomado en su vida un buen café en Madrid.
Pasear por el centro en Navidad
Todos hacemos compras navideñas y todos las dejamos para el último momento. Si no se trata de tal cosa, huye del centro en Navidad.
Hablar de lo maravilloso del acento madrileño
El habla madrileña es la que es. Nada de lo que avergonzarse, pero tampoco nada de lo que sentirse orgulloso, porque te ha tocado en suerte igual que te podía haber tocado hablar cantonés. Hablar del acento madrileño como el acento neutro, el correcto o cualquier otra frivolidad del estilo, además de un error mayúsculo, es un insulto a los miles de madrileños de adopción que te saltarán al cuello para rebatirte eso de «el madrileño como la forma correcta del español».
Comer en El Tigre una vez cumplido los 25
Todos hemos gozado El Tigre. Todos hemos alucinado con sus tapas, con su falta de oxígeno, pero seamos honestos: a partir de cierta edad tu organismo te manda señales y una de ellas es no comer nada que haya estado a menos de tres metros de las freidoras de ese lugar.
Comprarme un billete lotería en Doña Manolita
Nunca fui bueno con los números pero algo me dice que la única razón por la que Doña Manolita vende más premios que ninguna otra administración de lotería es una cuestión puramente matemática, una relación directamente proporcional: cuanto más cupones vendas, más probable serás que vendas alguno premiado. Esperar una cola como esa me parece un insulto a la razón.
Criticar la Mahou
La Mahou es una cerveza simple tirando a mala (y el boom de la cerveza artesanal se ha encargado de hacerlo evidente). El apego al botellín de Mahou es una cuestión más de apego que de paladar, así que la próxima vez que oigas a alguien perder los nervios criticando la Cruzcampo, recuérdale que Mahou tampoco es zumo de dioses.