Lo habrás escuchado en múltiples ocasiones, ya sea en una conversación –propia o ajena–, en la letra de una conocida canción o, incluso, en un podcast. Hablamos de usar el nombre de ‘gato’ o ‘gata’ para referirse a los madrileños y madrileñas, una denominación que se remonta nada menos que al siglo XI. ¿Y cuál es su origen?
La historia
Para buscar el porqué, decíamos, hay que viajar atrás en el tiempo, hasta el siglo XI. Concretamente hasta el año 1085, fecha en la que el ejército de Alfonso VI se preparaba para conquistar Mayrit, en aquel momento bajo dominio árabe. La gran muralla había sido construida en el año 852, por orden de Muhammad I.
A las puertas de la muralla que defendía la ciudad, uno de los soldados comenzó a trepar por la pared con la única ayuda de una daga. «Lo hizo tan intrépidamente y tan rápido que dicen que desde abajo parecía un gato. Una vez arriba permitió el acceso de las tropas cristianas y cambió la bandera mora por la enseña cristiana», contaba el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Luis Enrique Otero a ICON.
Por ese motivo, el de su destreza escalando por la pared de piedra, se le dio el apodo de ‘gato’. Pero eso fue solo el principio: el soldado decidió cambiar su apellido por el de Gato e incluso la heráldica familiar se hizo eco de la hazaña, puesto que en el escudo de la familia se podían ver una daga y un muro. Con el tiempo, esta denominación se empezó a utilizar para referirse a personas valientes, como ese soldado, y finalmente el nombre se extendería para designar a todo aquel nacido en Madrid.
No obstante, no todas las personas nacidas en Madrid ostentan el título de ‘gato’ o ‘gata’: y es que no basta con haber nacido en la ciudad, sino que es necesario ser madrileño de tercera generación, es decir, que tanto padres como abuelos paternos y maternos sean madrileños.
Lugares de Madrid donde se puede rastrear esta historia
La del origen de este apodo, muy vinculada a la muralla de la ciudad, es una historia que se puede rastrear por distintos puntos de Madrid. Los más evidentes, aquellos en los que se conservan restos de la muralla, como los vestigios que se pueden ver en La Latina o en el parque Emir Mohamed, a los pies de La Almudena, y que forman parte de esos lugares de Madrid que no parece que estén en Madrid.
Por otro lado, es referencia obligada también la de la plaza de la Puerta Cerrada, ya que alberga un mural con un lema histórico que se puede leer sobre la fachada de uno de los edificios: «Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son«. Mientras que la primera parte hace referencia a que, por aquel entonces, Mayrit era un terreno en el que abundaban arroyos y acuíferos, la segunda hace alusión a las chispas que se podían ver de noche cuando las flechas impactaban contra la muralla.