Contemplar las estrellas en las ciudades no es sencillo, y Madrid no es una excepción: la contaminación lumínica «apaga» el cielo. Sin embargo, alejándose lo suficiente de las fuentes de luz las ciudades pueden convertirse en buenos observatorios astronómicos. Y con el objetivo no solo de poder observar las estrellas, sino también de hacer del cielo un mapa legible para todo el que levante la vista hacia él, se ha creado este mirador estelar de Madrid.
Este peculiar mirador se sitúa en el Parque de La Gavia – La Atalayuela (avenida Mayorazgo, 26), en Villa de Vallecas. Un espacio que ha costado más de 20 millones de euros y que se inauguró el pasado 29 de noviembre, convirtiéndose entonces –y hasta hace apenas unas semanas, antes de la apertura de algunas zonas del Bosque Metropolitano–, en el nuevo pulmón verde de Madrid con 36 hectáreas y más de 3.300 árboles y 170.000 arbustos.
Aprender a leer el cielo
Este mirador está diseñado de forma que cualquier persona pueda identificar con facilidad las estrellas y constelaciones en el cielo vallecano, alimentando de una forma sencilla, original y cercana la curiosidad por la astronomía. A ese fin no solo ayudan los paneles informativos y mapas repartidos por esta zona de observación astronómica, y es aquí donde entra en juego la originalidad.
Mediante una serie de herramientas como barras que guían la mirada en función del lugar en el que te sientas –asientos que, por cierto, llevan el nombre de las distintas constelaciones del zodiaco– o de un planisferio celeste –un mapa formado por dos discos que se pueden girar para distinguir qué estrellas se pueden ver en un momento dado–, se pueden ver e identificar fácilmente las distintas estrellas y constelaciones.
A este mirador estelar se puede llegar en transporte público, tanto en Metro (La Gavia o Congosto, Línea 1) o autobús (en la Línea 103) como en BiciMad (puedes consultar la base más cercana en este mapa).
Un parque de colinas inclusivo
El diseño inicial de este parque fue concebido hace ahora casi 20 años por el arquitecto japonés Toyo Ito, premio Priztker 2013, con motivo de la sempiterna candidatura olímpica de la capital. Más adelante, ese diseño fue completado y modificado por otro procedente de un proceso participativo de la ciudadanía.
El resultado es un paisaje formado por colinas, en las que se pueden encontrar especies arbóreas como álamos blancos, membrilleros, encinas o chopos negros, y una ría con macizos de arbustos de rosales silvestres o mimbreras.
Entre esas colinas, cada una destinada a un uso diferente, además del mirador estelar se pueden encontrar la plaza del agua, la colina sobre ruedas (para practicar deportes sobre ruedas, como bicicleta o skate), la colina del reciclaje (hecha a base de los neumáticos recuperados del entorno), la colina del viento (para volar cometas), la zona de escalada con rocódromo, la de parkour, una zona canina o el bosque de los sentidos.
Este último, el bosque de los sentidos, se compone de distintas áreas de juego: el área de integración (para «estimular los sentidos favoreciendo la inclusividad plena de todos los niños», en términos del Consistorio), la zona de aventura (con diversos toboganes, tirolinas y un juego multiaventura en forma de bambú gigante) y la zona de los sentidos, con instrumentos musicales y juegos de tacto.
Su objetivo es el de «construir un área basada en criterios psicopedagógicos y de inclusividad«, en declaraciones de Francisco Muñoz, director municipal de Gestión del Agua y Zonas Verdes, a El País. Unos criterios que se salen del marco de los parques infantiles tradicionales y que se han aplicado a otros como el de plaza de España.
La unión del parque con la zona verde de La Atalayuela hace que este espacio sume una superficie total cercana a las 48,6 hectáreas. Está considerado como uno de los parques singulares de Madrid, una denominación con la que cuentan otros espacios verdes de la capital como El Retiro o el Parque Juan Carlos I.