Durante la celebración de San Isidro aflora un Madrid que, si bien siempre está ahí, estos días se hace especialmente visible: un Madrid rabiosamente local de verbenas populares, pradera, chotis, chulapos y chulapas y olor a entresijos y gallinejas. Todo ello, de la música a la gastronomía pasando por el vestir, forma parte de un folclore que sin perder su esencia se renueva y se actualiza porque, ante todo, está vivo.
Prueba de ello son los ‘chotuits’: un género neocastizo que, con una ironía típicamente de aquí, de Madrid, cruza el chotis con el formato tuit. ¿El resultado? Una radiografía social y musical de la ciudad en forma de chotises de 140 caracteres –la extensión que permitía Twitter en 2015, cuando nació este género– y una duración de menos de un minuto.
Estas crónicas cantadas de una villa que, aunque a veces lo parezca, no olvida que lo es, son un invento de Variedades Azafrán, un colectivo artístico formado por madrileños: «Tan madrileños que por ejemplo mis padres son de la provincia de Jaén», cuenta a este medio Rafael Sánchez, ideólogo, voz y letrista del grupo, que comenzó su actividad en los años noventa.
En SoundCloud se puede encontrar una playlist formada por siete ‘chotuits’ que bajo títulos como Los ciclistas, La vivienda o El Parque Temático plantean «ciertas preguntas sobre la movilidad urbana, la sanidad o el dilema entre lo público y lo privado», explica Rafael. «Es una tradición que hemos conservado, uno de esos géneros que mantenemos como pequeños tesoros. Y aunque no están grabados hemos hecho alguno más de forma muy espontánea, incluso improvisando».
Recuperar el folclore madrileño
«Variedades Azafrán nos hemos convertido en lo que somos a fuerza de patearnos las aceras madrileñas de garito en taberna», reza una descripción en su página de SoundCloud. Hecho que compruebo cuando llamo a Rafael y contesta al teléfono de la siguiente manera: «Pues bien, por aquí estoy por mitad de la calle. Nada más madrileño para hablar contigo».
El núcleo duro detrás de este proyecto artístico lo han formado históricamente Rafael y Guillermo Domercq, guitarra, arreglista y encargado de la dirección musical («Trabajamos como una dupla, somos un Lennon/McCartney a la castiza«). Y con el tiempo, a ellos se han unido Alejandro Ollero –contrabajo– y Joshua Díaz –clarinete– para asentarse como un cuarteto.
Desde sus inicios la idea, dice Rafael, ha variado muy poco: «Tuvimos una visión que era retomar el folclore madrileño urbano en el punto en el que se había quedado antes de la Guerra Civil, con el sentimiento de que había sido arrebatado como un arte popular, un arte vivo, un arte crítico. Y queríamos retomarlo y darle una vida como la que tienen otros folclores urbanos que nos encantan, como el fado en Lisboa o el tango en Buenos Aires».
Y como haciéndose cargo de la brecha generacional que planea sobre esta música tradicional –brecha que, por otro lado, tratan de reducir con sus particulares formas de divulgación–, añade: «La verdad es que cuando éramos muy jovencitos quedábamos un poco extraños con nuestras pintas de castizos y abordando géneros como los que abordábamos: rancheras, tangos, chotis… Pero bueno, con el tiempo nos va quedando cada vez mejor este traje».
Música del pasado para hablar del presente
Para Variedades Azafrán «esas coplas de otros tiempos evocan el presente con la misma finura que lo hicieron antaño» porque hay algo que, por mucho tiempo que pase, no ha cambiado: la intención ancestral de esas músicas de estar presentes en la vida de la ciudad. Esa voluntad de retratar lo cotidiano de la vida madrileña les ha llevado a reinventar géneros que abarcan desde la ranchera, el tango, el bolero o el swing a la francesa hasta el manouche o el jazz con un toque italiano.
Y siguiendo un camino muy lógico, esa vuelta de tuerca les ha llevado también a los géneros castizos: el chotis, las aproximaciones a la zarzuela o el cuplé «con un sentido crítico sobre lo que significa el papel de la mujer dentro del arte, dándole una vida nueva y revitalizándolo». Para ello, han trabajado con cupletistas creando canciones para voces femeninas como las de Livianas Provincianas, un proyecto artístico integrado por Irene Doher y Paloma García-Consuegra.
Ves tranquila: neochotis para volver a casa sin miedo
Ves tranquila es un ejemplo de la renovación del género en forma de un neochotis que alza la voz contra el acoso callejero. Su historia, cuenta Rafael, se basa en una vivencia real de la periodista y escritora Sabina Urraca: «Sabina estaba en la verbena de San Isidro vestida de chulapa, y volviendo una noche tuvo que soportar que un grupo de hombres empezara a soltarle improperios y a hacerla sentir incómoda, insegura».
Como respuesta, «como tiene esa forma de expresarlo y de sacarlo fuera», creó junto a Carmen17 –un estudio de diseño y realización de vestuario– un chaleco de chulapo para chica con esa frase: «Ves tranquila». «Es una incorrección gramatical, pero es un mensaje muy contundente. Una especie de mantra para repetirte cuando vuelves a casa, como diciendo con confianza que no puede ser que nos coman la moral«, explica Rafael al otro lado del teléfono. «Tiempo después se nos ocurrió hacerlo canción y para eso necesitábamos unas voces como las de las Livianas Provincianas».
Dadas las fechas en las que nos encontramos, le pregunto a Rafael qué significa San Isidro para Variedades Azafrán: «Que por más que crezca y por más urbe cosmopolita que sea, Madrid siempre ha conservado cierto carácter de pueblo. Este es uno de esos momentos del año en los que con la bonita excusa de que llega la primavera, que es algo muy mágico y muy especial en Madrid, se puede recuperar ese carácter de villa, de sitio no tan grande. Un sitio en el que las costumbres y la cultura tienen un carácter muy próximo, muy bonito, muy ligado a la ciudadanía«.