Madrid es una ciudad única, bueno, casi. Entre regalos mutuos y alardes arquitectónicos, la capital tiene parecidos e incluso alguna copia en otras ciudades del mundo. No se libra ni la calle más transitada, ni el monumento más icónico. Pero la imitación, que es solo otra forma de admiración, no le quita a Madrid ni un ápice de su idiosincrasia castiza y a la vez cosmopolita. Contrastes o contradicciones, que si no única, sí la hacen muy singular.
Gran Vía y el Paseo Bandera de Santiago de Chile
El parecido entre el arranque de la Gran Vía madrileña y el Paseo Bandera de Santiago de Chile es tan notable que, en un vistazo rápido, no es difícil confundirse: si no fuera por las pinturas del suelo y porque se echa de menos la victoria alada del Edificio Metrópolis serían prácticamente imposibles de distinguir.
El paseo chileno no es una réplica como tal de la espina dorsal de Madrid, pero su parecido –aunque desprovisto de intencionalidad– sirve casi como de utopía a la que aspirar o de espejo en el que mirarse: esta vía chilena fue intervenida con urbanismo táctico para devolverle el espacio a las personas, convirtiéndolo –a él y, por extensión, a la propia ciudad– en un lugar más amable y más humano.
La Cibeles de Madrid y de México
Madrid tiene pocos monumentos internacionalmente reconocibles, monumentos de postal, monumentos de esos en los que antes o después te haces la foto como prueba de que has estado. La Cibeles es sin duda uno de ellos y lo demuestran los cientos de personas que a diario (y a casi cualquier hora) rodean la rotonda con el palacio en el que ahora reside el Ayuntamiento de fondo para contemplar la fuente que en parte es conocida por las celebraciones del Real Madrid.
El 5 de septiembre de 1980 se colocó una réplica exacta entre el cruce de las calles Oaxaca, Durango, Medellín y el Oro, en Ciudad de México. El entonces alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, decidió que la ciudad hermanada con la capital española debía tener también el icono más representativo de la ciudad. La original lleva representando a la diosa romana de la tierra desde 1782, cuando se construyó por orden de Carlos III, el rey que embelleció la ciudad.
La torre de cristal y el One World Trade Center de Nueva York
A pesar de ser ahora cinco los edificios que tocan el cielo de Madrid en el barrio de La Paz, estos siguen llamándose las Cuatro Torres. Y aunque seguramente con el tiempo la arquitectura de la capital vaya ganando altura, es probable que los rascacielos tarden en ser mayoría. Si cuando hay poca gente, decimos que son cuatro gatos; cuando hay pocas torres, las llamamos cuatro torres. Marca España.
De estas Cuatro Torres, la que más llama la atención por su forma es la Torre de Cristal. Esta tiene una estructura similar a la de un diamante y, afilada en algunas partes, pretende ser pura y brillante como el mineral. Fue diseñada por el arquitecto argentino César Pelli, responsable también de las famosas Torres Petronas de Kuala Lumpur, y sus obras finalizaron en diciembre de 2008, tras cuatro años de trabajo. Tiene 249 metros y 50 plantas, lo que lo convierte en el edificio más alto de España.
El edificio más alto de los Estados Unidos es, curiosamente, el One World Trade Center, con 94 plantas y 417 metros. Este fue elevado para ocupar el espacio de las destruidas Torres Gemelas y quería servir como símbolo de libertad y evolución. Sus obras se iniciaron en 2006 y no acabaron hasta 2014. Es, por tanto, posterior a la creación de la Torre de Cristal madrileña pero de apariencia similar. ¿Hicieron los estadounidenses con esta torre lo mismo que con la pizza italiana? ¿La vieron y decidieron hacerla en formato XXL? Sea como sea, es innegable que ambas se parecen bastante.
Los fragmentos del Muro de Berlín en Madrid
No es una réplica. Madrid contiene varios metros del Muro de Berlín en la ciudad en dos espacios. Por una parte, en el parque de Berlín (llamado así por lo evidente), un espacio verde dedicado a la ciudad de Berlín y al hermanamiento de Madrid con esta: además de un monumento a Beethoven, también contiene restos del Muro de Berlín desde 1990.
A esto se suma la exposición El Muro de Berlín. Un Mundo Dividido, que desde la Sala Castellana 214 (Fundación Canal) muestra cómo se vivía a ambos lados del muro durante esta distópica etapa histórica. Y como parte de la exposición, 20 imponentes metros originales del muro. También encontraremos una réplica de este, un muro fake en el que poder dejar nuestra impronta como hacían los alemanes del Berlín Oeste durante los años de la división.
La Fontana di Trevi a la madrileña
Madrid y su historia son indisociables de lo acuático. Ya su nombre lo anticipa encriptadamente y también lo hace el mural de la plaza de Puerta Cerrada. Son dos fuentes, también, donde los madridistas y atléticos celebran sus títulos y el agua de nuestros grifos es al mismo tiempo meme atemporal.
Es el agua también lo que nos conecta con Roma.
En la calle Bravo Murillo hay una fuente o fontana diseñada en 1858 por Juan de Ribera Piferrer en homenaje al río Lozoya. La fuente está inspirada en la Fontana di Trevi: una valla limita el acceso al público, pero se puede ver tras ella.
📍 Calle de Bravo Murillo, 49 (Chamberí)
Una Estatua de la Libertad que custodia a los muertos
Un cementerio acoge una Estatua de la Libertad que es anterior a la de Nueva York. La frase es matizable: el Panteón de los Hombres Ilustres –donde están enterrados algunos de los políticos y militares más influyentes de la historia española como Cánovas del Castillo o Eduardo Dato– acoge una pequeña Estatua de la Libertad.
La estatua original (¿se puede hablar de la de Nueva York en términos de réplica?) es obra de Ponciano Ponzano, data de 1853 y forma parte del monumento que acoge los restos de Mendizábal, Argüelles o Calatrava.
📍 Calle de Julián Gayarre, 3 (Retiro)
Totum Revolutum: el Parque Europa
¿Es la perplejidad el patrón estético que vertebra el Parque Europa? La utilidad de este peculiar parque bien recuerda a la de las exposiciones universales. ¿No sabes cómo es el mundo? No te preocupes, que yo te lo enseño y de paso cumplo ese cliché de redes sociales que dice que hacer equis cosa es como viajar a tal sitio sin abandonar Madrid.
El Parque Europa es el templo de la sordidez: un sitio que no hace falta visitar para horrorizarse. Una forma de grandilocuencia a lo dubaití o a lo multimillonario estadounidense. Si Mahoma no puede ir a la montaña será la montaña la que vaya a Mahoma. La Torre de Belem de Lisboa a Torrejón, el Puente de la Torre londinense a la Comunidad, el David de Miguel Ángel hasta aquí y, sí, ¿por qué no?, también la Puerta de Alcalá, que está a un puñado de kilómetros.
Este artículo ha sido escrito a doce manos por Isabel Nieto, Miguel Sánchez, Alberto del Castillo, Helena Menéndez., María F. Carballo y Elena Francés.