
El rojo de su fachada es lo primero que llama la atención. No es casualidad. Según cuenta la leyenda (algo infundada), en el siglo XVII en Madrid había más de 300 tabernas y tan solo una librería. La mayoría de los madrileños no sabía leer, les gustaba mucho el vino y el rojo servía para indicar que ahí había efectivamente una taberna.
Casa Alberto, en la calle Huertas, no sólo mantiene el color que identificaba a los antiguos despachos de vino de la capital, sino que encarna como pocos la esencia de la centenaria gastronomía madrileña. Y eso incluye vino, sí, pero también rabo estofado, callos, caracoles y más historia que en muchas bibliotecas.
A dos años de los doscientos
Fundada en 1827, esta taberna—porque restaurante suena moderno, y aquí la palabra tiene poco que ver con las modas—ocupa el mismo edificio en el que vivió Miguel de Cervantes. Según la placa oficial del Ayuntamiento de Madrid, el autor del Quijote escribió en esta casa varios capítulos de la segunda parte de su obra más conocida, además de los Trabajos de Persiles y Segismunda y el Viaje al Parnaso.
Casa Alberto es hoy uno de los 12 restaurantes que forman parte de la Asociación de Tabernas y Restaurantes Centenarios de Madrid, presidida desde hace diez años por Alfonso Delgado.
Una taberna que cambió de dueños
Es Alfonso Delgado también quien lleva tres décadas al frente del local y, en conversación con La Razón, contaba: “originalmente, los fundadores de la taberna eran segovianos. Cuando Madrid se denomina oficialmente capital de España, llegan aquí personas procedentes de otros puntos de nuestra geografía, especialmente gallegos, segovianos y manchegos. Ellos se encargaban un poco de la gastronomía de la ciudad”.
La taberna, entonces, fue pasando de familia en familia hasta quedarse sin herederos en 1985. Desde entonces, la historia se escribe de otra manera: con clientela turística (sí, mucha), pero también con madrileños que saben dónde sigue viva la cocina de cuchara. Aquí se viene a por lo que ya no se cocina en casa: albóndigas de ternera, caracoles, manitas rellenas de rabo estofado, huevos cervantinos. Y eso, los jueves se corona con un cocido completo por 20 euros.
Reconocimientos e historia única
En 2015 la Guía Repsol se fijó en el local y le concedió uno de sus célebres soles.
Su solera es tal que tiene libro propio, prologado por Rafael Anson, presidente de la Real Academia de Gastronomía. En sus páginas escribe que “por su fachada, que se mantiene inalterable desde hace más de un siglo, han pasado carruajes que se dirigían a los imponentes palacios y casas señoriales del barrio, así como reyes, príncipes, nobles, políticos, escritores, pintores o filósofos, junto a toreros, comerciantes, funcionarios o actores que servían o entretenían a madrileños de varias generaciones”.
El Barrio de las Letras nunca ha dejado de ser un barrio vivo. Y si uno se fija, Casa Alberto está en medio de todo: de los teatros, de las librerías, de los turistas con cara de no saber si hay que esperar o pedir en barra. (Sí, en barra hay que hacer cola. Las reservas son solo para el restaurante). Por eso quizá suene a milagro que, a dos años de cumplir dos siglos, siga en pie sin haber traicionado lo que fue: una taberna roja, con recetas heredadas, cervezas bien tiradas y platos que no necesitan reinvención. Solo continuidad.