Sábado noche. Mi amiga y yo salimos de los Cines Princesa buscando un sitio en el que comer en cantidades ingentes. Antes de prejuzgarnos como si fueramos focas marinas, diremos en nuestra defensa que acabábamos de ver la última de Los juegos del hambre y, entre lágrimas y emoción, el estómago nos rugía pidiéndonos a gritos que lo calmáramos. Nos habían recomendado una hamburguesería junto a la Plaza de los Cubos, así que aprovechamos que estábamos al lado para probar CowBells en la calle Santa María Micaela, 4.
Nada más ver la carta y ver que la especialidad era la hamburguesa de carne con denominación de origen de Ávila, ya nos rugían las tripas. Estaba claro que poco tenía que ver Cowbells con el McDonalds que había a un par de metros. Antes de pasar a probar la especialidad del lugar, nos sirvieron un montadito de mozzarella, tomate y pesto para acompañar la bebida.
De entrante, queríamos ir a tiro hecho y pedimos el plato español por excelencia: huevos fritos con patatas y jamón. Menos mal que tenemos nociones de educación básica, porque poco nos faltó para relamer el plato.
La chica que nos atendió vio nuestra cara de osos hambrientos mientras decidíamos qué hamburguesa pedíamos y tuvo el gran detalle de ponernos varias hamburguesas pequeñas para que pudiéramos probarlas todas. Agradecimos el detalle, ya que estábamos en una tesitura similar a la de cuando tienes que decir a qué hijo quieres más.
Después de la cata hamburguesera mi amiga y yo hicimos nuestro ranking personal: ella se decantó por la hamburguesa de ternera con foie de pato, cebolla roja caramelizada, manzana, frutos secos y rúcula. Creo que no hacen falta palabras para describir por qué la proclamó ganadora. Por mi parte, soy el mayor fan sobre la tierra de la comida asturiana, así que cuando vi en la carta que tenían una hamburguesa de ternera con cabrales, mozzarela, berenjenas y hierbabuena, ya había vendido mi alma al diablo. Cuando le di el primer mordisco volví a vender mi alma, pero esta vez a mitad de precio.
Nos sorprendió mucho la hamburguesa de pollo con naranja y miel de la Alcarría, ya que no nos llamó especialmente la atención cuando la vimos en la carta, pero después descubrimos que el pollo y la miel casaban perfectamente.
Muy sabrosa estaba también la hamburguesa de ternera con jamón ibérico, manzana y tomate seco, aunque he de reconocer que la mezcla del tomate deshidratado y del jamón nunca falla. Al igual que un fantasma no puede descansar eternamente porque tiene asuntos pendientes en vida, nosotros también nos dejamos algún cabo suelto para tener que volver a arreglarlo. El nombre de este asuntillo es hamburguesa de lentejas con salsa de yogur, cebolla pochada, queso Grana Padano y frutos secos.
La carta de postres no es kilométrica, pero hemos de reconocer que nos quedamos más que satisfechos probando dos de los tres postres de la casa. Por una parte nos pusieron un arroz con leche y toffee muy bueno y sorprendentemente ligero, a pesar del toffee. Y por otro lado nos sirvieron una tarta de yogur con frambuesa sobre base de galleta, que se notaba que era casera y lo agradecimos.
Nada pudimos objetar sobre la buena calidad de la comida, pero sí que echamos en falta un poco más de ‘vidilla’ en el local: la ausencia de música y la iluminación (un poco fría) no hacían del local el sitio más acogedor. En cuanto a la decoración, era demasiado simple, siendo la barra-jardín lo más destacable del espacio. No es el típico lugar que quizá te llamase la atención por la fachada.
Por lo demás, la atención fue correcta y los precios muy razonables. Sin duda, la mejor forma que tuvimos de celebrar el final de la saga de Los juegos del hambre.